El titiritero se sentía solo. Miraba a su alrededor y sólo veía las formas vaporosas de los que antes habían estado allí, siluetas que se desvanecían cuando alargaba sus dedos para tratar de alcanzarlas. Estaba desesperado. ¿Qué hacer? No podía conformarse con esas sombras, no podía esperar a que se tornasen sólidas, la espera lo mataba. Necesitaba compañía ya, al precio que fuese. Un títere. Eso era. ¿Por qué no crear uno? Ayudaría a cubrir el vacío existente mientras este volvía a llenarse. Necesitaba imperantemente el placebo de su marioneta para no sumirse en la soledad. Fue su mejor y más íntima compañía. El títere cumplía su función a las mil maravillas, y el titiritero estaba muy contento con lo que había creado. | ||
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